¿y usted qué opina del Neandertal?



La encuesta* sobre los neandertales ha alcanzado la nada despreciable cifra de 75 “opiniones”, imagino que muchos os habréis preguntado la finalidad de esta simpática encuesta, sin embargo antes de explicar las motivaciones os adelanto  que la encuesta ha sido un absoluto fracaso desde el punto de vista metodológico y os explicaré por qué.

En su momento ya comenté en este post la noticia que situaba a los últimos neandertales muy al norte de su distribución histórica, y sobre todo,  muy muy alejada de lo que hasta ahora es con certeza el último reino del neandertal, es decir,  Gibraltar y el sur de la península ibérica en general.  Todo esto me hizo pensar mucho  sobre  la distribución de los  neandertales, de hecho fueron muchas las noches en las que me deleitaba pensando en esa posibilidad,  pero lo que más me turbaba era pensar en lo que la gente de “ a pie”  opina al respecto. La muchedumbre, en su mayoría,  se imagina a estos humanos saltando de glaciar en glaciar en un paisaje indisolublemente ártico y desoladamente glacial, algo que por cierto ya había comprobado con mis congéneres más allegados, así que presto a  resarcir mi idea me dispuse a comprobar cuál era la opinión de la gente sobre este asunto, para ello lancé la hipótesis “la gente cree que el Neandertal vive encima de un glaciar”, la cual (pensé) se vería re-vindicada por la encuesta.

La mujer que susurraba a los caballos



En general, para los biólogos y quienes amamos la naturaleza la palabra -extinción- engloba un conjunto de sensaciones que nos sume en un profundo estado de catarsis mezclado de una extraña nostalgia. Las extinciones son el punto y final de un continium que se inició hace 3.800 millones de años, y son al mismo tiempo, principio y fin, el fin de un linaje y el principio de nuevas oportunidades para otros grupos menos protagonistas.

La extinción como tal no estaba contemplada como un fenómeno real y posible en los naturalistas del S.XVIII (y eso que ya habían "experimentado" con elDodo), de hecho cuando Georges Cuvier la describió en el S.XIX resultó incoherente, Dios no podía permitir la fractura de la scala naturae, en consecuencia, y a pesar de que los muchos grupos extintos que ya estaban descritos por Sir Richard Owen (como los dinosaurios y la megafauna pleistocénica), el concepto de pérdida irrevocable al que está sujeta la extinción aún no gozaba de calado en un mundo que aún no estaba completamente cartografiado y explorado.

El paradigma de las extinciones modernas reside sin duda en la figura del dodo, extinguido en el S.XVIII parece él solo indicar un punto de inflexión entre las relaciones del hombre y su entorno. Su desaparición fue en un principio achacada a una especie de idiotez congénita que supuestamente padecían estas aves, razón única por la cual en aquella época se pensaba que un animal puede dejar de existir. De hechoSir Thomas Herbert, el introductor de la palabra“dodo”, dedicó alanimal en 1627 un dramático epitafio:
Tienen un semblante melancólico, como si fueran sensibles a la injusticia de la naturaleza al modelar un cuerpo tan macizo destinado a ser dirigido por alascomplementarias ciertamente incapaces de levantarlo del suelo.