La dieta paleolítica a diferencia de otras dietas se basan en una simple premisa: “si los hombres de las cavernas no lo comían, usted tampoco”. Por lo tanto, no se le ocurra comer nada que tenga que ver con la revolución agrícola, es decir, ni cereales ni derivados, olvídese del queso y los yogures, coma como lo hacían sus antepasados y déjese de comer tanto donuts y esas chorradas, corra por la pradera haga deporte como lo hacían los hombres del paleolítico e imagínese que detrás suyo le persigue un dientes de sable, coma carne magra, verduras y frutos secos y conviértase en un verdadero Cro-Magnon que va en busca de la armonía natural, déjese de mariconadas y empiece ya a decorar su casa con bisontes al estilo Lascaux.
En principio la idea no es mala, de hecho, incita sin duda a una dieta mucho más saludable que la que mayoritariamente se practica en el mundo occidental (no quiero poner ejemplos visuales de los EE.UU). Sin embargo, de lo poco que he podido leer sobre este asunto creo dilucidar varios puntos clave en los que se apoya la paleodieta y de los que tengo algunas objeciones.