Hace pocos días, una amiga twitera cuya identidad la cabellerosidad me impide divulgar, me preguntó al saber de mi interés por la biología: «¿Por qué el hombre fue la especie q más evolucionó? ¿por qué no, los koalas o tiburones?»*
Uno espera media vida a que alguien la haga una pregunta así, esa es una de esas preguntas que uno confía responder sabiamente, habida cuenta del tiempo que uno dedica para disfrutar de estos temas, sin embargo una vez llegado el momento uno termina quedándose ensimismado, sin saber como o por dónde comenzar, abordar la respuesta y con un temor bastante sospechoso de no hacerlo bien, casi similar a como cuando tenías que hacer un examen de un profesor al que idolatrabas y adorabas su materia y sabías de antemano que quizás el examen no estaba del todo preparado.
La pregunta puede parecer obvia «¿Por qué el hombre fue la especie que más evolucionó? ¿por qué no, los koalas o tiburones?» pero una pregunta mal formulada, difícil explicación tiene. Aunque el grado de evolución es perfectamente
cuantificable caemos en el error de asumir, así de entrada, que el "hombre" es el animal más dotado, más inteligente, y más chachi de todos cuantos pisan el planeta..., ¿que es una almeja al lado nuestra? o ¿qué representa un ratón frente a nuestra asombrosa capacidad de razonar, componer sinfonías, crear leyes (jurídicas) o resolver ecuaciones de 2º grado? (ya no te digo si además nos comparamos con un geranio), caemos de manera inevitable en nuestro propio egocentrismo específico y nos resulta muy difícil desprendernos de esa mirada, que por encima del hombro, supone que todos los caminos llevan al al igual que a Roma llevan al "Hombre", desde el ciliado que habitaba en la charquita primigenia hasta la extinción lógica de los torpes e ignorantes dinosaurios, extintos por su incapacidad congénita de no darse cuenta que para ser un inútil solo hay que ser grande y gordo (no tengo nada en contra de los "grandes y gordos" pero en el siglo XIX se pensaba así, los astutos y pequeños mamíferos eran más listos que los pesados y lentos reptiles). Frente a esto a veces es conveniente recordar que una
imagen vale más que mil palabras para desprendernos de ese cliché casi congénito (el día que muchos pudimos aprender que el ser supremo de la creación no era otro sino el ornitorrinco).