Hace unos días saltó a la palestra de la evolución humana el fósil de una mandíbula encontrada en 2007 en el prolífico yacimiento de la Sierra de Atapuerca, con una cronología de entre 1,2 y 1,3 millones de años esta mandíbula ha representado la evidencia más antigua de la presencia de humanos en Europa occidental.
Hasta la aparición de esta mandíbula los restos humanos más antiguos encontrados en Atapuerca tenían una antigüedad aproximada de 800.000 años y correspondían a la especie Homo antecessor, tras lo cual, se constataba que la presencia humana en nuestro continente era mucho más antigua de lo que se pensaba. Ahora bien, según un reciente estudio (Bermúdez de Castro, 2011) morfolófico de este fósil, los autores han observado ciertas discordancias que parecen indicar que la mandíbula no pertenece a la especie en un principio catalogada (Homo antecessor), e incluso es posible que tampoco pertenezca a ninguna especie hasta ahora descrita. Aunque está por ver que nuevos restos y evidencias pueden aparecer, los medios (algunos), como casi siempre han entendido muy mal dónde está el verdadero calado que implica la noticia y ven hechos donde no los hay y conclusiones que nadie ha pronunciado, la confusión puede ser ( ¡o es!) total .
La evolución humana representa uno de los desafíos más importantes de la paleontología en general, tradicionalmente los ecosistemas en los que se han desenvuelto los homínidos no han sido muy propicios para la fosilización y además no parece que nuestro linaje haya sido muy abundante en los términos que lo son (p. ej.) las grandes manadas de herbívoros de la sabana Africana, nuestra probabilidad de fosilizar fue (¡y es!) realmente baja si nos comparamos con el potencial de otras especies. En base a esta exigua información fósil y la actual genética, se ha podido ir hilvanando una serie de evidencias con otras para determinar que nuestra especie (Homo sapiens) surgió en África hace aproximadamente 170.000 años (con multitud de “peros” y “matices”).
Hasta la aparición de esta mandíbula los restos humanos más antiguos encontrados en Atapuerca tenían una antigüedad aproximada de 800.000 años y correspondían a la especie Homo antecessor, tras lo cual, se constataba que la presencia humana en nuestro continente era mucho más antigua de lo que se pensaba. Ahora bien, según un reciente estudio (Bermúdez de Castro, 2011) morfolófico de este fósil, los autores han observado ciertas discordancias que parecen indicar que la mandíbula no pertenece a la especie en un principio catalogada (Homo antecessor), e incluso es posible que tampoco pertenezca a ninguna especie hasta ahora descrita. Aunque está por ver que nuevos restos y evidencias pueden aparecer, los medios (algunos), como casi siempre han entendido muy mal dónde está el verdadero calado que implica la noticia y ven hechos donde no los hay y conclusiones que nadie ha pronunciado, la confusión puede ser ( ¡o es!) total .
La evolución humana representa uno de los desafíos más importantes de la paleontología en general, tradicionalmente los ecosistemas en los que se han desenvuelto los homínidos no han sido muy propicios para la fosilización y además no parece que nuestro linaje haya sido muy abundante en los términos que lo son (p. ej.) las grandes manadas de herbívoros de la sabana Africana, nuestra probabilidad de fosilizar fue (¡y es!) realmente baja si nos comparamos con el potencial de otras especies. En base a esta exigua información fósil y la actual genética, se ha podido ir hilvanando una serie de evidencias con otras para determinar que nuestra especie (Homo sapiens) surgió en África hace aproximadamente 170.000 años (con multitud de “peros” y “matices”).
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