¡No me puedo creer que sea una …chapucería!

La temática de esta edición del carnaval de biología, organizada por Copépodo en su flamante blog “Diario de un copépodo“, me permite reflexionar un poco en voz alta sobre algo que está ampliamente superado pero que frecuentemente encuentro en charlas y debates y no parece estarlo tanto. Con la propuesta “no me puedo creer que sea…” de esta VI edición del carnaval de biología me animo a dar un breve repaso de porqué a menudo mucha gente lanza esta expresión no como acto de sorpresa, sino como afirmación de una negación.

Una de las cosas que más me llaman mi atención cuando he podido escuchar a la gente hablando de la naturaleza o ciencias en general, es la idea equivocada de “perfección” del universo y de todo lo que nos rodea. La gente interpreta mal su relación emocional con la naturaleza. El mundo que vemos, oímos, y sentimos no deja de ser un espejismo de nuestro sistema nervioso central. Las cosas no siempre son lo que parecen ser, y en la mayoría de los casos tendemos equivocadamente a interpretar la información como si nuestros sentidos fueran parte de alguna escala de medida.

...¡”no me lo puedo creer“, “oh my god” , “c’est pas possible“!

No sé si es difícil de entenderlo o si llego a explicarme bien, pero el hombre no es un aparato de medida, queramos o no es algo que hay que tener en cuenta: las experiencias personales no son válidas para conocer la realidad. Aún así, mucha gente bajo sus propias experiencias personales sigue interpretando la naturaleza para dar legitimidad a sus propias creencias, frases como “mira la sonrisa de un niño para ver a Dios”, o…, “contempla un amanecer para entender la creación”, incluso “sé que hay un más allá porqué he sentido premoniciones”, son por desgracias demasiado comunes y cotidianas.




¿por qué empeñarnos en interpretar las cosas a priori?

En el aspecto “biológico”, parece que dar explicaciones sencillas y buscar relaciones rápidas es una estrategia de nuestro comportamiento que nos ha ido relativamente bien (veremos cómo acaba esto), dicho de otro modo, nuestro cerebro tiende a inventarse historias con las que comprender el mundo, da igual que estas sean fantásticas, las religiones, los fantasmas, los OVNI’s, o los monstruos nocturnos, son un perfecto ejemplo. Las “creencias” pueden ser meros artificios adaptacionistas, el hombre es crédulo por naturaleza (en nuestro pasado evolutivo fue una ventaja) y necesita creer que todo tiene una explicación para él.

Darnos cuenta de esto no ha sido fácil, podemos decir que empezó con la revolución científica durante el siglo XVII. Europa vivía en un revuelo filosófico continuo, en apenas algo más de un siglo el mundo había cambiado de escenario radicalmente, la imprenta, el descubrimiento de América, nuevos órdenes sociales y políticos, y sobre todo, el conocimiento desligado ya del poder de la Iglesia configuran un mundo donde la vieja filosofía griega (y medieval) entra en crisis. Copérnico y más tarde Galileo Galilei demuestran al mundo una nueva forma de entender la naturaleza bajo un prisma totalmente nuevo…, la observación por encima de la intuición de la “razón”, y aunque el empirismo empieza a tomar forma algo antes de las obras de Francis Bacon otra corriente pugna por prevalecer como método de adquisición del conocimiento, el racionalismo de René Descartes. Ambas corrientes filosóficas, aunque antagónicas, fueron labrando el nacimiento de la ciencia moderna, la mejor manera (no lo olvidéis) de interpretar nuestro mundo.

Recapitulando.

Tenemos dos grandes problemas a la hora de gestionar nuestros impulsos:
El primero; es la idea básica de que todo debe de tener una explicación y que sí esta (inventada , transmitida, leída etc) nos parece lógica o está motivada por nuestras propias experiencias, tendemos a darla por válida porque nuestro cerebro es así de tramposo.

Y el segundo; es que hay una parte cultural que nos afecta mucho, el hombre es la medida de las cosas, todo está hecho para que sea perfecto para nosotros, en pocas palabras …, todo está ordenado. La perfección y orden como tal no existe, la idea del “ideal perfecto” es una ilusión que nos viene de atrás, quizás del mundo helénico y de la cultura judeocristiana, cuando todo lo que nuestros sentidos percibían era la prueba inequívoca de la divinidad de la creación.

La realidad es muy distinta, los movimientos de los astros, las constelaciones, la aparente quietud y perfección del Universo está llena sin embargo de eventos caóticos, supernovas, galaxias colisionando, agujeros negros y gigantes rojas explotando. De la misma forma, la vida, los atardeceres, la floración en primavera, el nacimiento de un bebé y todas esas cosas que nos enternecen el “alma” están sujetas a actos consecutivos de chapucería total. Los seres vivos están todos llenos de parches evolutivos, todos ellos amañados como el que arregla un motor diesel con cinta celofán, los atardeceres nos resultan bellos por la casualidad y composición de nuestra atmósfera, la floración llega en primavera cuando las temperaturas son benignas pero una inusual ola de frío puede dar al traste con todo lo que en un principio estaba bien “ajustado y ordenado”, el nacimiento de un bebé (quizás uno de los despropósitos más destacados en términos anatómicos de la evolución humana junto con el bipedismo) puede ocasionar la muerte de la madre sí no está posicionado correctamente, o por último, el clásico ejemplo de la Jirafa explicado por R. Dawkins muda a perpetuidad porque hay un obstáculo chapucero e insalvable en la manera que el nervio laríngeo se comunica con el nervio vago y que es una consecuencia del diseño de nuestro pasado como peces.

Hay muchos ejemplos en la naturaleza que reflejan como bajo un aparente ideal de perfección subyace la realidad del hecho evolutivo, la selección natural y el diseño acumulativo parcheando aquí y allá. Es bonito admirar el intrincado mundo de la naturaleza, pero la aparente armonía y el diseño que desprende es una vaga ilusión de la que debemos desprendernos y gritar “¡No puedo creer que todo esto sea una chapucería!“.



Entrada original publicada en el Ojo de Darwin

2 comentarios:

  1. Muy buena entrada, creo que el tema que tratas tiene que ver por un lado con el concepto de belleza, que es claramente subjetivo, y por otro con los conceptos de orden y caos. Entiendo que asimilas belleza con orden e inteligencia y chapucería con caos o azar. Es un tema complejo, en física es dificl determinar cuál de dos sistemas está más ordenado, o tiene más informaciónm o tiene más entropía, sin tener en cuenta un sujeto cogniscente. El hombre interpreta la realidad a su medida, pero la realidad es también un concepto subjetivo. Perdón por el ladrillo! Enhorabuen por el blog, te lo pongo en mis enlaces. Saludos cordiales

    ResponderEliminar
  2. Hola César, muchas gracias a ti por tu interesante comentario.Efectivamente, asimilo los ideales de perfección a los patrones subjetivos del hombre y de como estos se derrumban cuando profundizamos en aparente orden natural, en concreto, con el hecho evolutivo.
    Me encanta tu blog :o)

    ResponderEliminar