La temática de esta edición del carnaval de biología, organizada por Copépodo en su flamante blog “Diario de un copépodo“, me permite reflexionar un poco en voz alta sobre algo que está ampliamente superado pero que frecuentemente encuentro en charlas y debates y no parece estarlo tanto. Con la propuesta “no me puedo creer que sea…” de esta VI edición del carnaval de biología me animo a dar un breve repaso de porqué a menudo mucha gente lanza esta expresión no como acto de sorpresa, sino como afirmación de una negación.
Una de las cosas que más me llaman mi atención cuando he podido escuchar a la gente hablando de la naturaleza o ciencias en general, es la idea equivocada de “perfección” del universo y de todo lo que nos rodea. La gente interpreta mal su relación emocional con la naturaleza. El mundo que vemos, oímos, y sentimos no deja de ser un espejismo de nuestro sistema nervioso central. Las cosas no siempre son lo que parecen ser, y en la mayoría de los casos tendemos equivocadamente a interpretar la información como si nuestros sentidos fueran parte de alguna escala de medida.
...¡”no me lo puedo creer“, “oh my god” , “c’est pas possible“!
No sé si es difícil de entenderlo o si llego a explicarme bien, pero el hombre no es un aparato de medida, queramos o no es algo que hay que tener en cuenta: las experiencias personales no son válidas para conocer la realidad. Aún así, mucha gente bajo sus propias experiencias personales sigue interpretando la naturaleza para dar legitimidad a sus propias creencias, frases como “mira la sonrisa de un niño para ver a Dios”, o…, “contempla un amanecer para entender la creación”, incluso “sé que hay un más allá porqué he sentido premoniciones”, son por desgracias demasiado comunes y cotidianas.